viernes, 25 de mayo de 2007

Domingo



Buenos Aires es rara, pero me gusta.
Me gusta caminar por las calles de Buenos Aires, ver sus edificios; su
gente, obsevarla.
Existen unos carpinchos humanoides que salen por las tardes, adornados con extraños ropajes, maquillados con colores estridentes, debo admitir que algunos despiertan cierto temor en mí.
¿Alguna vez notaron cuántos ancianos pueblan bares, confiterias, pizzerias y hasta lugares de comidas rápidas los domingos por la tarde? Es como si un ghetto, para mi desconocido, decidiera adueñarse de los mismos lugares que la noche anterior testaron cantidad de jóvenes con su característico bullicio.
Pero el domingo es distinto.
Es como si la imágen de la noche anterior se reprodujese, pero cuarenta años después, no con el ruido y la algarabia de entonces, sino con una quietud estremecedora. En parejas, solos, frente a una tasa vacía, o formando grupos de solitarios, están ahí, mirando por las ventanas, charlando en silencio o escondiendose tras las páginas de un diario.
Bueno Aires es extraña, pero me gusta.
Me gusta caminar y hacer vida de perro. Si, vida de perro. ¿Notaron que siempre existe un perro en el barrio dando vueltas? Mira a la gente, va en busca de algún otro perro, que creo debe ser amigo, y comienzan a dar vueltas. Al parecer caminan sin rumbo, pero sin embrago tienen un circuito. Jamás se pierden. Van, vienen, hasta que se cansan y deciden regresar.
En una de esas vueltas de perro, mirando casas, edificios, (es inmensa la cantidad de estilos arquitectónicos que coexisten en un mismo barrio, y sin embargo no desentonan, lo notaron?). Pero les decia, que mientras recorríamos Floresta en uno de los tantos pasajes descubrimos, escrito en un portón, lo siguiente:

"Podes perderte, recrear alguna muerte,
matar, matar mi corazón sin anestesia;
podés acercarte o ejercitar en maniobras evasivas,
podés edificar tus sueños con toda clase de mutantes;
podés, y como van las cosas no hay dudas,
enfermarte de amnesia lagunar y olvidar asi que existo.
Podés seguir rindiendo aburridos cultos a la histéria,
podés incinerarte con kerosen.
Hasta acá tus poderes, pero insisto, no sos todopoderoso.
Y hay algo, que aunque quieras no podés modificar...
... Es este estúpido cariño que te tengo,
las ganas de abrazarte y el deseo de vos,
que nunca me abandona"

A Buenos Aires la pueblan tantas historias como habitantes, existen tantos poemas anónimos: encuentros, desencuentros, triunfos, fracasos, alegrias, dolores, ausencias. Gente que no conocemos que nos habla desde un portón, cantidad de historias que se entrelazan, y que nada tienen que ver entre si.
¿Cuántas veces creemos que lo que le pasa a "los demás" nada tiene que ver con nosotros? Y sin embargo, la vida se encarga de que en alguna de sus vueltas tenga tanto en común...
Hoy salí a caminar, di vueltas, vi gente, edificios...
Insisto Buenos Aires es rara, y para colmo es domingo....

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