
Cuando creí ser feliz, morí.
Morí a la sensibilidad, para no sentir más dolor.
Aquel ser sensible, resultó ser roca; quien fuera dulce, resulto espada, y el sueño común se transformó en terror...
Cómo explicar la sangre cuando no se ve?
Cómo hablar del dolor cuando no hay palabras?
A quién recurrir en el desierto?
A quién decir lo que nadie quiere oír?
Cómo confesar lo evidente?
Quién será capaz de oír un corazón que se desangra entre el bullicio de los días?
Alguien oirá el grito de mi alma?
Esperé el abrazo en la noche y llegó el día manco.
Me abracé a la esperanza y murió entre mis manos.
Intenté revivirla, le infundí aliento, quise retenerla...
Hoy morí. Hoy murió mi amor.
El dolor lo ahogó.
Mi amor murió, y no recibió flores.
Nadie lloró mi dulce amor.
Sólo la soledad arrulló mis penas, la noche lo enterró.
Mi amor agonizó en compañía, pero nadie quiso saber cómo murió.
Las causas de su muerte fueron comunes, comunes a tantos seres.
Supe de otros amores muertos, supe de mil dolores, viví varias muertes, cien veces renací.
Hoy morí, pero mis latidos insisten en seguir.
Hoy no creo... hoy ya no quiero revivir.